Mensaje Político
Alejandro Lelo de Larrea
BERLÍN, Alemania.—En unos días se cumplirán 35 años de la noche en que berlineses conquistaron sus calles y siguen en su poder. No las controlan ni los delincuentes, ni caciques o agrupaciones sociales pseudopolíticas corporativistas. Una de las principales razones por las que esta capital es de las más seguras del mundo.
La noche de aquel jueves 9 de noviembre de 1989, Günter Shaboski, el portavoz del gobierno comunista la llamada Alemania Democrática, la oriental, informó en conferencia de prensa que había un decreto para permitir el libre tránsito al otro lado del muro de Berlín.
En esa conferencia de prensa, Peter Brinkmann, periodista del diario alemán Bild, insistió en saber la fecha den que entraba en vigor de esa medida de apertura. Shaboski titubeó, buscó entre los documentos que traía algún dato al respecto, y como no encontró una fecha precisa, dijo: “Esto es inmediato”
Así se transmitió en la radio, y ello provocó que esa misma noche miles de personas, sobre todo de la parte oriental de Berlín, llegaran hasta diferentes puntos del enorme muro de 4 metros de alto para empezar a demolerlo con martillos, hachas, picos, lo que llevaran. En el Checkpoint Charly, la zona donde estaba la principal garita para el cruce, traspasaron ante la parálisis de los oficiales que vigilaban esa aduana. Lo mismo ocurrió en otro punto histórico: la Puerta de Brandemburgo.
Para miles, era el momento del reencuentro con familiares, amigos que no veían desde 28 años atrás, aquella noche del 13 de agosto de 1961 en que también miles de efectivos militares colocaron un alambrado que circundaba y aislaba la zona del oeste de Berlín, parte de la entonces República Federal Alemana (capitalista), que como una especie de cobro por los daños de la Segunda Guerra Mundial se repartieron Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia. Se encapsuló así a esa zona de Berlín, que estaba dentro de la Alemania bajo el control soviético, también parte de ese acuerdo posguerra.
La progresividad de los derechos, el desarrollo, las posibilidades de empleo y mejor remunerado estuvieron siempre en el lado occidental. Por eso es que los orientales deseaban pasarse al otro lado. El régimen soviético no se los permitía hasta aquel 9 de noviembre, antecedido de la apertura que impulsó Mijaíl Gorbachov en la Unión Soviética: la económica y la transparencia (Glasnost) y la política (Perestroika).
En esta capital de unos 3 millones 400 mil habitantes, la principal evidencia de que las calles son de los ciudadanos es que se les ve transitar hasta entrada la media noche casi por cualquier zona de los 889 kilómetros cuadrados de Berlín. Tienen una percepción de inseguridad casi del 0%, sobre todo no temen a los asaltos con violencia. Y si se trata de la zona más céntrica, toda la noche es para los habitantes, incluso con las principales líneas del tren, Metro y tranvía abiertas las 24 horas.
Aunque tampoco hay que confiarse 100 por ciento. En el transporte público y en las calles, hay carteristas que andan en busca de robar con dedos de seda al que se descuide. También chantajistas: operan principalmente contra los turistas descuidados.
En Berlín existe fuerte videovigilancia en la ciudad. El debate está en el reconocimiento facial de las cámaras, porque invade la privacidad de los habitantes de una nación donde hubo muy duros sistemas de espionaje como la Gestapo de la época hitleriana. Pero es otra historia. Lo veremos.